sábado, 22 de febrero de 2014

Se mueve la tierra

Fue la mañana una nubosidad.
Era calor y era humedad.
Era silencio y era la espera.
El llamado no tenia respuesta.

Era la estación atestada.
Era la estación tan vacía.
Era el prado que nada traía.
Eran las calles que desiertas miraba.

Era el traqueteo de las vías,
y nada por allí venia hacia mi.
Nada me llevaría tampoco.
Solo era aguardar una señal.

En los giros de la búsqueda,
unos pasos llegaron a mi.
Y la vi brillando. Me sentí vivo.
Me tomo la mano... me besó.

Fuimos por rumbos nuevos,
Dios se nos cruzó varias veces.
Lo miramos pero seguimos.
Y en los libros me vi perdido.

Se abre el cielo.
Se abre un camino despejado.
La mañana esta vacía,
hay un asiento allí, y allí vamos.

Pasa la mañana,
pasa la tarde.
Es lento el reloj,
lo agradezco en mis adentros.

Eran arañas.
Eran mosquitos.
Eran insectos que
no conocía.

Eran sus cabellos,
era su aliento,
era su costumbre,
era el sol que me enceguecía.

Eran los ruidos,
era la gente alrededor.
Era el tambor y las marchas.
Era el ritmo siempre igual.

Pero no importaba lo que era.
Me importaba lo que tenia.
Me importaba aquella sensación.
Estaba completo y me sentía feliz.

El tiempo paso.
Hicimos de mas.
Vimos mas cosas.
En un puesto nos vimos.
Del puesto nos retiramos.

Y compartimos.
Tiempo compartimos.
Momentos compartimos.
Recuerdos del hoy juntos los vivimos.

Y llego el fin.
La estación de vuelta.
Esperar.
No funcionaba la llamada.

Y mientras giraba mi mente.
Un regalo se nos dio a nuestras espaldas.
No lo vi yo, ella fue quien me contó.
Y me di vuelta, y lo vi impactado.

Era el atardecer.
Era hermoso el cielo
y el sol bajaba lentamente.
Se quería ocultar entre los árboles.

Y lo vimos.
Todo lo vimos.
Nadie nos interrumpió.
Ni la trompeta ni el furgón.

Lo vimos.
Despacio.
Estelas en nuestras cabezas,
un contraste hecho por Dios.

Ame aquel momento.
Ame aquella sombra del día.
Entristecí por la sombra de la noche,
pero una promesa me alegró.

Y llego el tren amargo.
Y subí a su vagón mas cercano.
Su beso me dijo adiós,
y su abrazo me estrechó.

Me saludó con su mano,
y el tren me tragó entero.
Así me llevo la noche,
Y así la noche me separó.

Pero solo por ese momento.
Porque la vida volverá a darme
sus manos y sus cabellos
revolviéndose en mi rostro.





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